Imagina ver un anuncio de una chaqueta que te gusto. ¡Está en venta! Vas corriendo a la tienda, pero cuando llegas te paran en la entrada y te piden que muestres tu tarjeta de cliente frecuente. No tenes una, por lo que lo que te desvían a un mostrador especial donde perdes unos minutos completando formularios.
Finalmente dentro, encontras la chaqueta. Es increíble, y lo tienen en tu talla, pero ¿dónde lo pagas? Vagas por la tienda durante varios minutos hasta que finalmente encontras la caja registradora, escondida en un rincón.
Ningún minorista que se precie permitiría tal escenario, ¿verdad? Excepto que muchos minoristas hacen precisamente esto, con su experiencia en línea.